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Sófocles

¿Cómo? ¿Con ayuda de los Dioses y sin pena?

Esto es digno de admiración. De qué modo partió, ya lo sabes, puesto que estabas aquí, no conducido por ninguno de sus amigos, sino conduciéndonos á todos él mismo. En cuanto hubo llegado á la entrada de esa sima que desciende al fondo de la tierra por escalones de bronce, se detuvo allí donde el camino se parte en varios otros, cerca del profundo cráter donde están las eternas prendas de alianza entre Teseo y Piritoo; y se sentó en este lugar, entre la roca Tórica, un peral salvaje y hueco, y una tumba de piedra. Y, después, se despojó de sus harapos, y, habiendo llamado á sus hijas, les ordenó traer agua viva para las purificaciones y las libaciones. Habiendo ido á la colina que atiende Demeter fecunda en frutos, obedecieron prontamente á su padre; y. le lavaron y vistieron con arreglo al ritual. Cuando hubo sido satisfecho en todo, y nada hubo sido olvidado de lo que quería, Zeus subterráneo tronó; y, en cuanto ellas lo hubieron oído, temblorosas, se arrojaron á las rodillas de su padre, derramando lágrimas, no cesando de golpearse el pecho y de lamentarse en alta voz. Pero él, en cuanto hubo oído el horroroso son, las rodeó con sus brazos y dijo: «¡Oh hijas, desde este día no tenéis padre, y todo ha terminado para mí, y no tendréis más largo tiempo la carga de sustentarme, y esto era un duro trabajo; pero una sola cosa endulza todo lo que nos ha hecho sufrir, que nadie os ha amado con un amor más grande que yo, de quien os veréis en adelante privadas hasta el fin de vuestra vida.» Y los tres se mantenían abrazados y lloraban con sollozos. Cuando hubieron cesado de lamentarse y de gritar, cuando se hubo hecho el silencio, una voz repentinamente extendida le llamó, la cual nos sobrecogió á todos de terror, y los cabellos se nos erizaron en la cabeza. Y era un dios quien le llamaba, y le llamaba mil veces: «¡Hola! ¡hola! Edipo, ¿qué tardamos? ¡Ya te retardas!» En cuanto hubo oído al Dios que le llamaba, pidió que el Rey de esta tierra, Teseo, fuese á él, y, cuando hubo venido, dijo: «¡Oh persona querida, da tu mano á mis hijas en prenda de una fe que durará siempre; y vosotras, ¡oh hijas! dadle la vuestra en cambio! Empéñame tu fe de que no las traicionarás nunca voluntariamente y de hacer siempre por ellas todo lo que