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Edipo en Colono

rias que yo. Lo que deploras no es de deplorar, y yo soportaré mis males, guardando, mientras viva, el recuerdo de un parricida como tú; porque tú eres la causa de mi vida miserable, y tú me expulsaste, y por ti es por quien yo mendigo como un vagabundo mi sustento de cada día. Si no hubiese engendrado á éstas, mis hijas protectoras, ciertamente, en cuanto de ti dependía, no hubiera sobrevivido. Aun ahora, ellas me guardan, ellas me sustentan; ellas son hombres, no mujeres, para socorrerme en mis miserias. En cuanto á vosotros, no habéis nacido de mí, sino de otro. Por eso el Genio no te mirará bien pronto como ahora, si esos ejércitos avanzan contra la ciudad de los tebanos. En efecto, no destruirás esa ciudad, sino que, antes, caerás manchado de sangre, al mismo tiempo que tu hermano. Ya he lanzado contra vosotros esas imprecaciones terribles, y las repito ahora, para que ellas vengan en mi ayuda y sepáis que es preciso respetar á vuestros padres y no mostrarse tales hijos con un padre ciego. No han procedido lo mismo éstas. Por eso, mis Erinias se apoderarán de tu morada y de tu trono, si es verdad que la antigua diosa Dica, guardadora de las viejas leyes, se sienta todavía cerca del trono de Zeus. ¡Ve, maldito, expulsado y renegado por tu padre, el más malvado de los hombres, lleva contigo estas imprecaciones que hago contra ti, para que no te apoderes de tu tierra, que no vuelvas jamás al profundo Argos, sino que caigas bajo la mano fraterna y degüelles á aquel por quien has sido expulsado! Habiendo hecho estas imprecaciones, invoco al brumoso Tártaro, en que está mi padre, para que te arranque de aquí. Invoco también á estas Divinidades, á Ares, que os ha inspirado ese odio horrible. Habiéndome oído, ¡ve! ¡corre de aquí á anunciar á todos los cadmeos y á tus fieles aliados cuáles han sido los presentes de Edipo á sus hijos!

Polinice, me lamento contigo por tu inútil viaje; pero vuélvete ahora tan pronto como puedas.

¡Oh viaje desgraciado y final lamentable! ¡Ay, mis aliados! ¡Para esto, pues, hemos salido de Argos! ¡Oh desgraciado de mí! ¡No me es posible revelar nada de esto á mis aliados ni volverme atrás; sino que me es preciso correr en silencio á mi pérdida! ¡Oh vosotras, hermanas mías, hijas