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Edipo en Colono

BDIPO EN COLONOtambién, sin duda, son los alimentos de su vientre mísero. ¡Oh desdichadísimo de mí, reconozco esto demasiado tarde, y aseguro que soy el peor de los hombres al no haber venido para procurarte el sustento! Sábelo de mí. Pero la clemencia está sentada sobre el trono de Zeus. ¡Que ella esté sentada lo mismo cerca de ti, padre! Si hay un remedio á nuestras faltas, no es posible aumentarlas. ¿Por qué te callas? Habla, joh padre! no te desvíes de mí. ¿No vas á responderme nada? ¿Vas á despedirme, habiéndome despreciado, no habiéndome hablado, ni revelado la causa de tu cólera? ¡Oh hijas de este hombre, hermanas mías, vosotras, al menos, esforzaos en abrir la boca triste é implacable de nuestro padre; y que no me despida sin haberme hablado y habiéndome despreciado, aunque yo sea el suplicante de un dios!

Di, ¡oh desgraciado! para qué has venido. Toda palabra, en efecto, place, ofende, interesa, ú ocasiona una respuesta — de los que guardaban silencio obstinadamente.

Hablaré, pues, porque me has aconsejado bien. Ante todo, suplicaré que venga en mi ayuda á ese mismo Dios en cuyo altar estaba, cuando el rey de esta tierra me ha impulsado á venir aquí, prometiéndome hablar, oir y volverme salvo. He aquí, ¡oh extranjeros! lo que deseo ardientemente de vosotros, de mis hermanas y de mi padre. Quiero, pues, decirte, ¡oh padre! por qué causa he venido. He sido expulsado y desterrado de la tierra de la patria porque he querido sentarme, con arreglo á mi derecho, siendo el mayor, en tu trono real. Por eso Eteocles, más joven que yo, me ha expulsado de la ciudad. Y no lo ha conseguido por la fuerza de la razón, ni por su mano ó sus acciones victoriosas, sino persuadiendo de ello á los ciudadanos. Tu Erinia es la que principalmente ha causado estas cosas, y los adivinos me lo han confirmado. Habiendo llegado al dórico Argos, he tomado á Adrasto por suegro, y me he hecho aliados á todos los que mandan en la tierra de Apia y que se distinguen en la lanza; de suerte que habiendo reunido con ellos, contra Tebas, un ejército de siete cuerpos, puedo ó morir dignamente ó expulsar á los autores de mis males. Pero dejemos esto. Finalmente, ¿para qué he venido aquí? Para rogarte y suplicarte, ¡oh padre! en mi