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Sófocles

Tendrás lo que pides, porque también nosotras lo deseamos.

¿Dónde estáis? ¿dónde estáis?

Henos aquí á las dos. ¡Oh queridísimas hijas!

Todo es querido para un padre.

¡Oh sostenes del hombre!

¡Infelices sostenes de un infeliz!

Tengo lo que me es más querido, y no seré el más mísero de los hombres si muero teniéndoos cerca de mí. Sostenedme, ¡oh hijas! por uno y otro lado; apretaos contra vuestro padre y poned fin á la dolorosa soledad en que le había dejado vuestro rapto. referidme en muy pocas palabras lo que ha pasado, porque un breve relato debe bastar á jóvenes de vuestra edad.

He aquí al que nos ha salvado. Es conveniente oirle, padre. De ese modo, para ti y para mí, mi relato será breve.

¡Oh extranjero! No extrañes que hable con esta efusión á mis hijas que me han sido devueltas inesperadamente. Sé que no debo esta alegría á otro alguno mas que á ti, porque ninguno de los mortales las ha salvado, si no eres tú. Que los Dioses te den todo lo que yo te deseo, y á esta ciudad,