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Sófocles

No he emprendido esto juzgando á esta ciudad privada de hombres sin prudencia, ¡oh hijo de Egeo! sino persuadido de que los atenienses no se inflamarían por mis próximos parientes hasta el punto de querer sustentarles á pesar mío. No pensaba que un hombre parricida y manchado por un crimen, que un hijo que se unió á su madre en nupcias abominables, debiera ser recibido por ellos. Conocía el Areópago, ilustre por su sabiduría, que no permite que vagabundos de esa especie habiten en esta ciudad. Me he apoderado de esa presa con arreglo á esta convicción. Y, aun con eso, no lo habría hecho si él no hubiera lanzado amargas imprecaciones contra mi raza. Por eso, irritado con ese ultraje, he querido devolverle una pena igual. No hay, en efecto, otra vejez para la cólera que la muerte, puesto que ningún dolor alcanza á los muertos. Por lo demás, haz lo que te plazca, porque mi aislamiento me vuelve débil, aunque diga cosas equitativas. Sin embargo, tal como estoy,intentaré resistir.

¡Oh impudentemente audaz! ¿A quién piensas ultrajar con esas palabras? ¿A mí, que soy viejo, ó á ti, que con tu boca me reprochas las muertes, las nupcias y las miserias que he sufrido, desgraciado de mí, contra mi voluntad? Estas cosas estaban predestinadas por los Dioses, irritadoshace mucho tiempo quizá contra nuestra raza por alguna razón. Porque, en lo que á mí toca, no puedes reprocharme ninguna deshonra respecto á lo que he hecho contra mí y los míos. En efecto, dime, si un oráculo respondió á mi padre que sería muerto por su hijo, ¿con qué derecho me censuras por aquella muerte, cuando todavía no estaba ni engendrado por mi padre, ni concebido por mi madre, ni echado al mundo? Si, como está probado, vine á las manos con mi padre y le maté, no sabiendo ni lo que hacía, ni contra quién, ¿cómo puedes reprocharme esta acción como un crimen? ¡Y no tienes vergüenza, miserable, de obligarme á hablar de mis nupcias con mi madre, que era tu hermana! Yo diré, pues, qué nupcias fueron aquéllas; no callaré esto, puesto que tú has pronunciado esa palabra impía. ¡Ciertamente, ella me parió, ella me parió—¡oh desgraciado!—no conociéndome, á mí que no la conocía! Y después, mi propia madre concibió de mí hijos, sin oprobio..