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Las traquinenses
Antistrofa II

Así, censurándote por eso, te contradiré y te agradaré á la vez. Digo que no debes desechar una esperanza favorable. En efecto, el Cronida, el moderador universal, no ha dado á los mortales una vida sin dolor, sino que las miserias y las alegrías turnan para todos, como los caminos circulares de la Osa.

Épodo

Ni la noche llena de astros, ni la miseria, ni las riquezas, duran siempre para los mortales, sino que se van prontamente, y le llega á cada uno regocijarse y sufrir. Por esto, Reina, quiero que conserves la esperanza, porque ¿quién ha visto jamás á Zeus no preocuparse de sus hijos?

Pienso que vienes á mí al rumor de mi desdicha. Ojalá no sepas nunca, sufriendo males parecidos, cuán desgarrado está mi corazón; porque, ahora, no lo sabes. La juventud crece segura y vive una vida tranquila; ni el ardor del dios, ni la lluvia, ni los vientos, la turban, sino que acrece su vida en las delicias, hasta que la virgen se hace mujer, y en el espacio de una noche toma su parte de nuestras penas. Entonces sabrá, conociendo su propio mal, á qué males estoy expuesta. En verdad, me he lamentado ya respecto á numerosos dolores, pero hay uno más amargo que todos y que voy á decir. Cuando el rey Heracles abandonó su morada, en su última partida, dejó antiguas tablillas sobre las cuales estaban escritas palabras que no había jamás tenido, en su espíritu, el cuidado de dirigirme hasta entonces; porque acostumbraba á partir seguro de llevar á cabo su obra y cierto de no morir. Y ahora, como si no viviese ya, ha hecho mi parte de los bienes nupciales y señalado para cada uno de sus hijos una porción de la tierra paterna. Si sigue ausente quince meses enteros desde su partida de este país, es preciso que se le tenga por muerto en el intervalo; pero si escapa felizmente de ese término, vivirá tranquilamente en lo sucesivo. Tal es el fin que los Dioses han marcado á los trabajos de Heracles, como la antigua Encina dodonea lo ha declarado en otro tiempo por la voz de las dos Palomas. Y ahora, la verdad de esas cosas va á ser probada por lo que va á pasar. Por eso, ¡oh queridas! mientras reposo en un dulce sueño, salto, despavorida, temiendo sobrevivir al más grande de los hombres.