RDIPO EN COLONOy el poder sobre la ciudad. Jamás tendrán un aliado en mí, y jamás disfrutarán de la realeza cadmea. Sé esto, tanto por los oráculos que acabo de oir como meditando en mi pensamiento sobre aquellos que Febo pronunció en otro tiempo sobre mí y cumplió. Que envíen, pues, á Creón á buscarme, ó á cualquier otro muy poderoso en la ciudad. En efecto, ¡oh extranjeros! si, lo mismo que estas venerables Diosas tutelares que honra ese pueblo, queréis venir en mi ayuda, aseguraréis en gran manera la salud de esa ciudad el desastre de mis enemigos.
Ciertamente, Edipo, sois dignos de piedad tú y estas doncellas, y, puesto que prometes con tus palabras ser el salvador de este país, quiero aconsejarte y advertirte en lo que te concierne.
¡Oh carísimo! Estoy pronto á hacer todo lo que me digas.
Haz, pues, un sacrificio expiatorio á estas Divinidades, hacia las que has venido primero y cuya tierra has hollado.
¿De qué modo, ¡oh extranjeros!? Enseñadme.
Toma primero, con puras manos, las libaciones santas en esa fuente inagotable.
¿Y después? ¿Cuando haya bebido esa agua pura?
Hay allí cráteras, obra de un hábil obrero, y de las cuales coronarás los bordes y las dos asas.
¿De ramos ó de bandeletas de lana? ¿De qué modo?
Las rodearás de la lana recién cortada de una oveja joven.