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Sófocles

¿Es Febo quien ha hablado de mí así?

Los que han vuelto á Tebas lo dicen.

¿Ha oído esto uno ú otro de mis hijos?

Uno y otro lo saben perfectamente.

¿Así, sabiéndolo todo, los muy malvados han preferido á mí su deseo de la realeza?

Me lamento de haberlo sabido, y lo confieso, sin embargo.

¡Que los Dioses no extingan, pues, las antorchas de su querella y que me sea dado terminar á mi voluntad esa guerra por la cual se han armado el uno contra el otro! ¡El que tiene el cetro y el trono pronto será despojado de ellos, y el que está desterrado no volverá jamás! Me han visto, á mí, su padre, rechazado ignominiosamente de la patria, y no se han opuesto á ello, y no me han defendido. ¡Ellos mismos me han arrojado y desterrado! ¿Dirás quizá que esta gracia me fué concedida con justicia por los ciudadanos á quienes la pedía? Pues, ciertamente, no hay nada de eso; porque, en aquel primer día en que mi corazón ardía por completo en mí, en que me hubiera sido muy dulce morir y ser aplastado por las piedras, nadie se mostró para satisfacer mi deseo. ¡Cuando se apaciguó mi dolor, cuando yo vi que el exceso de mi cólera había sobrepujado á mis faltas, entonces, después de transcurrido largo tiempo, me rechazó la ciudad; y ellos, mis hijos, que podían venir en mi ayuda, se negaron á ello; y, sin una sola de sus palabras en mi favor, ando, desterrado y mendigando! De éstas, que son doncellas, he recibido, en cuanto su naturaleza lo ha permitido, el alimento, la seguridad y la ayuda filial; pero ellos, rechazando á su padre, han querido mejor el trono, el cetro