Ciertamente, en cuanto sepa tu nombre.
¿Y quién irá á anunciárselo?
El camino es largo, pero las numerosas palabras de los viajeros acostumbran á extenderse. En cuanto las haya oído, vendrá, créeme. En efecto, ¡oh anciano! el ruido de tu nombre ha penetrado por todo. Por eso es por lo que, aun habiéndose puesto en camino tardíamente, en teniendo noticia de tu nombre, vendrá con prontitud.
¡Que venga para la dicha de su ciudad y para la mía! ¿Quién no es, en efecto, amigo de sí mismo?
¡Oh Zeus! ¿qué decir? ¿qué pensar, padre?
¿Qué es eso, hija mía, Antígona?
Veo venir á nosotros una mujer, montada en un caballo del Etna; lleva en la cabeza un sombrero tesalio que resguarda su rostro de la luz. ¿Qué diré? ¿Es ella? ¿no es ella? ¿me engaño? ¿Sí ó no? No sé qué afirmar, ¡desgraciada! ¡Es ella! Al acercarse, me acaricia con los ojos. ¡Es manifiesto que es Ismena en persona!
¿Qué has dicho, ¡oh hija!?
Veo á tu hija, que es mi hermana. Pero vas á reconocerla en la voz.
¡Oh! ¡Qué dulce es para mí hablar á mi padre y á mi hermana! ¡Cuánto trabajo me ha costado hallaros, y cuán abrumada me siento de dolor al volver á veros! TOMO I