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Sófocles

cabeza de toro, fluyendo de su peludo mentón el agua como de una fuente. Con la perspectiva de semejante esposo, yo, desgraciada, deseaba siempre morir antes que entrar en su lecho; pero, con alegría por mi parte, vino más tarde el ilustre hijo de Zeus de Alcmena, que luchó con Aqueloo y me libertó. No referiré las peripecias de aquel combate; las ignoro, en efecto. Que las refiera él, que asistió sin temor al espectáculo. En cuanto á mí, estaba sentada, despavorida, temiendo que mi hermosura me acarrease la desgracia. En fin, Zeus, que regula los combates, dió á éste un término feliz, si yo puedo llamarlo feliz, porque, desde el día en que fuí escogida para entrar en el lecho de Heracles, voy de terror en terror, siempre ansiosa por su suerte, y la noche que disipa mis angustias me trae otras nuevas. Hemos procreado hijos, pero él no los ha visto sino raras veces, al modo que un labrador que posee un campo lejano no lo ve sino cuando lo siembra ó recoge la cosecha. Tal es el destino que trae á Heracles á su morada y le hace salir de ella, siempre al servicio de algún amo. Y ahora que ha llevado á cabo sus trabajos, estoy atormentada por más grandes terrores. En efecto, desde que ha matado á la Fuerza de Ifito, habiendo sido arrojados, vivimos aquí, hospedados en la morada de un traquinense; pero nadie sabe dónde está Heracles. Ha partido, dejándome amargas inquietudes, y temo que le haya ocurrido alguna desgracia; porque no hace poco tiempo, sino que hace quince meses, que ha partido y no me ha enviado ningún mensaje. Ha ocurrido sin duda alguna gran desgracia, si he de juzgar por estas tablillas que me dejó al marchar, y pido á los Dioses que no sean ellas para mí una causa de miseria.

Ama Deyanira, te he visto ya, con lamentaciones y abundantes lágrimas, deplorar la partida de Heracles; pero, si está permitido á los esclavos aconsejar á las personas libres, puedo decirte algunas palabras. Teniendo tantos hijos, ¿por qué no enviar alguno de ellos en busca de tu esposo, y sobre todo á Hilo, que debe desearlo, si le tiene con algún cuidado la salud de su padre? Hele ahí, que entra en la morada con rápido paso. Por lo tanto, si mis palabras son oportunas, puedes hacer uso de su ayuda y de mis consejos.

¡Oh hijo! Los de vil nacimiento pueden decir prudentes