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CANTO DE LA FLORERA CIEGA

Frescas las he tomado en este instante:
Durmiendo incautas en sus tiernos brazos
Mecíalas el viento
Que es de ella el blando aliento.
En sus labios aun vaga el dulce beso
Que recibieron al romper el día;
Y del materno lloro
Conservan todavía
Húmedas gotas en su cáliz de oro.
Porque esa madre llora,
Llora apacible, y pasa hora tras hora
Velando con solícita ternura;
Y al ver lucir tan puros y brillantes
Los tintes de sus hijas y blancura,
Llora de amor purísimos diamantes
Que parecen rocío,
Pero lágrimas son; madres amantes
Vierten así de lágrimas un río.

Tenéis de luz un mundo
Donde el amor habita entre placeres;
Pero yo ¡ciega! vivo en el profundo
Abismo de la noche donde me hundo:
Son huecas voces para mí los seres.
Cual réprobo en el reino del espanto.
Enloquezco y deliro,
¡Y me anonado en infortunio tánto!
Ansio por ver las formas y allá miro,
Oigo que como sombras se deslizan,