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XXIII
INTRODUCCION

distintos para traducir un sueño romántico y un canto guerrero, punto en que es preciso acordarse, antes de descender á cuestiones de aplicación y al examen de pormenores determinados.

En todo lo que precede me he referido á las traducciones en verso propiamente dichas, las cuales constituyen sólo una, aunque la más preciada, de las formas del traducir. En esta serie de procedimientos cuéntanse, en orden de mayor á menor fidelidad, la literal, que no coincide con otras especies de fidelidad; la versión interlineal; otras versiones en prosa más ó menos ajustadas al texto original; la traducción poética perfecta, que consulta la mayor fidelidad en el conjunto de todos los rasgos característicos; la imitación desembarazada, pero no del todo libre, como las que de Víctor Hugo nos dejó Bello; y por último, una imitación que parte límites con la composición original, sistema que siguieron Horacio y Propercio, renovado en el pasado siglo, en Francia, por el inmortal André Chénier, en algunos de sus idilios y elegías.[1] Todos estos procedimientos cumplen fines propios, y por consiguiente obedecen á leyes especiales; y unos con otros se dan la mano; de tal suerte que para estimarse completa una traducción, ha de reunir, como antes dije, la versión literal y la propiamente poética, ilustradas con comentarios, antiguo método abandonado en nuestros días por incuria y negligencia.

  1. No una vez sola explica este sistema en apuntes que después de su muerte vieron la luz pública: "L'idée de ce long fragment m'a eté fournie par un beau morceau de Properce... Mais je ne me suis point asservi à le copier. Je l'ai étendu; je l'ai souvent