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EL CEMENTERIO DE LA ALDEA

Textos que nos ofrece el Libro Santo
Y enseñan á morir al campesino.

Porque ¿quién al mirarse condenado
A amarga soledad y eterno olvido,
Del todo y para siempre ha renunciado
A recordar las horas que ha vivido?

¿Quién, al perder el gozo y la alegría
Del claro sol y del brillante cielo,
No lanzó una mirada en su agonía
Y no tornó sus ojos hacia el suelo?

¡Ay! cuando el alma su morada deja,
Pide tierno cariño en su quebranto,
La turbia vista en lamentable queja
Demanda el dón de compasivo llanto.

Hasta en el fondo de la tumba helada
Su augusta voz levanta la Natura,
Y en las yertas cenizas abrigada
La llama está de amor y de lernura.

Tú, que haciendo memoria de los muertos
Sin honor á la tierra encomendados,
En estos versos, si sencillos, ciertos,
Sus vidas cuentas é inocentes hados;

Si un corazón simpático, embebido
Y á solas meditando aquí llegare,
Y por la suerte y fin que te ha cabido
Con cariñoso anhelo preguntare;