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GRANDEZA DE DIOS

Sale á emprender sus útiles faenas,
Bendiciendo tu nombre.

¡Cómo brilla tu sabia providencia
En tus obras sublimes,
Y cómo el sello de tu gran clemencia
En todas ellas poderoso imprimes!
¡Tú eres, mi Dios, Tú eres
El padre universal! Todos los seres
Claman á Ti, por su alimento, y vano
Nunca fué su clamor. Tú abres la mano
Y se sacian de bienes,
Que para todos preparados tienes;
Mas si de ellos se aleja tu mirada,
Túrbanse al punto con pavor profundo;
Y si retiras tu hálito fecundo
Se vuelven á la nada.
Que es tu soplo la vida;
Tu voluntad la ley del Universo;
Y tu bondad —que del insecto cuida—
Ni aun del hombre perverso
Que tu poder desconoció, se olvida.

¡Mas huyan los ingratos!
¡Disípense cual humo los impíos!
Y tú ¡Fe santa! con mayores bríos,
De la esperanza á los acentos gratos,
Por cuanto alumbra el sol y el mar abarca
Tiende las alas con que al cielo subes,