Con preciosos metales;
Tú la cubriste de árboles lozanos,
Plantas medicinales,
Salutíferas hierbas que sustentan
A brutos numerosos,
Flores fragantes, que á la par que ostentan
Matices primorosos,
Con que á los campos esmaltar te plugo,
Le brindan en sus senos virginales
A la industriosa abeja el grato jugo
Que convierte en dulcísimos panales.
Tú haces, en fin, que la fecunda tierra,
Que tesoros encierra,
Cumpliendo tus designios soberanos,
Brote, cual madre amante,
El pan del hombre en suculentos granos;
Y aun más próvida y rica.
El vino —que restaura y fortifica—
En los racimos de la vid flotante.
Tú haces correr las fuentes
Por los valles umbríos;
Tú señalas el curso de los ríos
Regando las campiñas; Tú despeñas
En sonoras cascadas los torrentes,
Y hasta del centro de las rudas peñas
Desatas manantiales
En que apagan sn sed los animales,
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GRANDEZA DE DIOS