con conceptos, imágenes, y aun modos nuevos de expresar el pensamiento, traídos de fuera, pero acomodados á las condiciones geniales de la lengua de Castilla.
El arte de traducir en verso, á cuya perfección concurren dotes de naturaleza, activo ejercicio y reflexiva observación, no obstante ser ramo importantísimo de la literatura y de la poesía, ha sido de ordinario mirado con menosprecio, como operación servil y mecánica, ó con indiferencia, como entretenimiento enteramente caprichoso. Relaciónase íntimamente esta materia con el arte de versificar, entregada en España al instinto artístico, al oído del poeta, y no explotada por tanto, hasta donde serlo pudiera, por la observación experimental y científica, en época como la presente, en que las artes todas, para competir con ventaja con la acumulada producción de pasadas edades, están obligadas á mayor y más concentrada aplicación, y necesitadas del auxilio prudente de la ciencia.
Raro es el traductor eminente que haya publicado, para común provecho, el fruto de su experiencia en estas labores. Fray Luis de León, que merced al estudio profundo y meditada imitación de los clásicos antiguos, conoció el amor y culto de la simple belleza (á que siempre, con raras excepciones, ha parecido rebelde, en la poesía lírica al menos, el temperamento español, enamorado de la pompa y propenso á lo extraordinario), hubiéranos dejado en sus versiones dechados intachables, si adquiriera más seguro dominio sobre la lengua, todavía algo ruda entre sus manos, falta de flexibilidad y lenta en sus progresos, por razón, en gran parte, de la