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Tal son los niños para el mundo;
Le dan a gustar la bonanza
De un clima radiante y jocundo
Que abajo a los troncos no alcanza,

Venid, decidme, prendas suaves,
Aquí, al oído, cierta cosa,
Eso que os cantan vientos y aves
En vuestro cielo de oro y rosa.

¿Qué son nuestras gracias ficticias.
Qué de nuestros libros la ciencia,
Pesados con vuestras caricias,
Y alegre mirar de inocencia?

Eclipsáis cuantas fantasías
Se han dicho o cantado jamás,
Porque sois vivas poesías
Y muertas todas las demás.


EL AMANECER
(De Longfellow).


De la mar vino un viento
Que andando, andando
Dijo a las nieblas: «¡Nieblas!
¡Abridme campo!»

Y saludó a los barcos
Con altas voces:
«Marineros, afuera,
¡Que huyó la noche!»

Y subió costa arriba
Muy tierra adentro
Gritando: «¡Abrid los ojos!
¡Con el sol vengo!»

Y dijo al bosque: «¡Suelta
Tus mil murmurios!
¡Cuelga tus mil banderas
¡A mis arrullos!»

Y al pájaro del bosque
Sopló en las alas
Diciéndole. «Avecilla,
¡Despierta y cánta!»