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Su campana de guerra al florentino
Desde el palacio revolviendo escucho;
Y oigo el tambor de cuero de serpiente
Del sacerdote azteca en su teocali;

Y el caos de terror de tanto pueblo
Entrado a saco y a tizón; los hurras
Que a cada tierna súplica responden;
La orgía de soldadesca entre el pillaje,

Los ayes de hambre y sed de gente en sitio,
La preñada explosión, la rota puerta,
El plomo que granea, hojas que chocan,
Broncos cañones que a intervalos truenan....

¿Y así, con tales discordantes ruidos
E instrumentos malditos, osa el hombre
Ahogar las dulces voces de Natura
E interrumpir celestes armonías?

Si del poder que al orbe de horror llena,
Si del oro vertido en cortes y armas ...
La mitad sólo, a redimir se diese
De error la humanidad, ni un fuerte habría

Ni un arsenal; odiárase hasta el nombre
De guerreador; y al levantarse un brazo
Contra un hermano, universal y eterno,
El rayo de Caín lo fulminara.

Del porvenir abajo, y de una en otra
Generación, los resonantes ecos
Oigo....van apagándose.... al fin mueren;
Y como una campana, con solemne

Y dulce vibración, a escuchar torno
La voz de «Paz!» que Jesucristo intima:
¡Paz! y ya nunca con sus negras bocas

El órgano de guerra insulta al Cielo;
Y bellas, como cantos de inmortales,
Suben de amor benditas melodías.

Bogotá, mayo 27: 1880.