Así, diciéndole adiós,
Le gritaba el campesino,
Mas, ya en alto, a oír tornó:
¡Excelsior!
A el alba, cuando subían
La cuesta, y el alma a Dios,
Los buenos monjes Bernardos
En su temprana oración.
Por los atónitos aires
Oyeron la extraña voz:
¡Excelsior!
Medio sepulto en la nieve
Su perro fiel descubrió
A un viajero cuya mano
Yerta del hielo al rigor
Aún asía una bandera
Con esta rara inscripción:
¡Excelsior!
Allí, al crepúsculo vago,
Inerte ya y sin calor
Pero hermoso todavía.
Yacía el héroe; y una voz
Del sereno firmamento
Como una estrella cayó:
¡Excelsior!
¡Oh breves pies, que tantos largos años
Por senda de esperanzas y temores
Tendréis que andar, cogiendo desengaños,
Brotando sangre al peso de una carga
De afanes y dolores!
Yo, más que vos cercano a la posada,
Fin del afán y do el descanso empieza,
Me abismo de tristeza
Pensando en vuestra ímproba jornada.
¡Oh diminutas manos
Que, débiles o fuertes, Dios condena,
Por término tan largo todavía