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EL TROVADOR
(Goethe).


«¿Qué música oigo abajo, delante del castillo?
«Oid esos acordes que suben del rastrillo.
«Vé, paje, y traenos pronto al hombre de arpa y canto
«Y colme nuestra fiesta su peregrino encanto.»
Así habló el rey. El paje partió volando ufano,
Y el rey a su regreso gritó: «¡Paso al anciano!»

«—¡Salud, nobles señores! ¡Salud hermosas damas!
«¡Deslumbrame este cielo! ¡Ascuas, estrellas, llamas!
«¿Quién logrará contarlas? ¡Cerraos, oh mis ojos!
«A los que vierten lágrimas tánto esplendor da enojos.
«No puede el desgraciado compartir lo que admira.
«Donde otros se alborozan, el trovador suspira.»

Veladas sus pupilas, dulcísimo preludio
Vibró en el arpa, triste más bien que de tripudio;
Los caballeros míranle con arrogante alteza
En tanto que las damas inclinan la cabeza.
Las trovas deleitaron al rey, y del tesoro
Mandó que le obsequiasen una cadena de oro.

«—Nó, rey, cadena de oro no admitirá el coplero.
«Hónra más bien con ella a un bravo caballero
«De éstos, a cuyo empuje, cual frágiles espigas,
«Despedazadas caen las lanzas enemigas.
«Cuélga el precioso fardo del canciller al pecho,
«Y este favor añadase a tántos que le has hecho.

«Yo voy cantando libre como el alado errante
Que de cualquier rama cuelga se hogar flotante
«Y, con las mismas notas en que desata el alma,
«Se da su premio él mismo e invístese su palma.
«Mas si en pagar te empeñas al pájaro sus trinos,
«Venga en tu propio vaso el mejor de tus vinos.»

Alzándolo a los labios lo bebió todo entero:
«¡Oh saludable elíxir!» ¡oh néctar hechicero!
Prospere años y siglos la esplendida morada
Do es agua este oro líquido y regalarlo es nada;
Que al libarlo se acuerden del cantor vejezuelo
Y cuanto él lo agradece, agradezcanlo al Cielo.