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Tradiciones peruanas

Entonces desesperado sacó la hoja, que era de finísimo acero de Toledo, y poniendo sobre ella el pie exclamó: —No volveré á usarte, pues inútil me eres para procurarme desagravio.

La espada se partió en dos trozos, quedando el de la empuñadura en manos de Luque; y juicios misteriosos de Dios!, el pedazo de la punta rebotó clavándose en el antebrazo del dominico, que olvidando la mansedumbre á que por sus votos y condición estaba obligado, se dejó arrebatar de la ira hasta el punto de abofetear á un honrado y respetable anciano.

Fué, pues, el cielo quien se encargó de desagraviar á Alonso de Luque; y he aquí el porqué llamaban á éste en Arequipa el akijudo de la Providencia.

HISTORIA DE UNAS COLUMNAS

El Diccionario de la Lengua favorece poco á los religiosos de la orden de la Merced; pues no los llama mercedarios ó dispensadores de mercedes, sino mercenarios. Esto equivale á tratarlos como á gente que vive á sueldo, y lista para un fregado como para un barrido; lo que, como tastedes sospechan, nada tiene de halagüeño para quienes visten el hábito de San Pedro Nolasco.

Que dispensaban merced los que se ocupaban de redimir cautivos, es punto que para mí no admite circunloquios; y aunque me haga menudillo las entendederas, no acierto á darme cuenta del porqué la autoridad lingüística los bautiza con nombre sujeto á interpretación desventajosa para sus paternidades reverendas.

Sea de ello lo que fuere, que hombre no soy competente para enmendar la plana á nadie, y menos á la Real Academia, de que soy miembro humildísimo, diré sólo que Almagro el Viejo, á quien mucho debían en el Perú los redentores de cautivos, dijo un día al informársele de que el padre Varillas había aceptado el cargo de confesor de D. Francisco Pizarro, su afortunado rival: —Morcedarios mercenarios!

Injusto fué para con ellos el buen D. Diego; porque más tarde los frailes de esa comunidad sirvieron, y mucho, la causa de Almagro el Mozo.

Háseme venido todo esto á la pluma como pretexto para referir lo