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Ricardo Palma

estaban ajenos de recelos. En el juicio se comprobó que una misma mujer fué la confesada de los cuatro sacerdotes.

Fué el conde de la Vega el primer hombre que en el Perú y á Ins barbas del virrey tuvo coraje para llamar soberano al pueblo. Dábase una corrida de toros en Acho, y la autoridad había ordenado encerrar un bicho.

El público insistía en que el animal fuese estoqueado, y el señor conde, que se despepitaba por todo lo que era popularidad ó populacheria, erigióse por sí y ante si en personero del concurso y encaminóse á la galería del alcalde. Este no dió su brazo á torcer, y el de la Vega exclamó exaltado: —Obedezca usia, que se lo manda el soberano pueblo.

De más está decir que el alcalde hizo un corte de mangas al soberano y á su intruso representante, y que el toro fué al corral.

Abascal, que no se andaba por las ramas tratándose de insurgentes, que envió de regalo á Goyeneche el sable de su uso, y que á estar en sus manos, habría recompensado con un virreinato al felón de Guaquí (frase textual), se lo tuvo todo por sabido y plantó en una casamata al señor conde, alma de la proyectada rebelión. Como Abascal era título de Casti lla de muy reciente data, los nobles de antiguo cuño y de abolengo impajaritable, se rebelaron contra la medida, calificándola de despótica y atentatoria á la limpieza de los pergaminos, tanto más, cuanto que del sumario no resultaba nada en claro contra el de la Vega del Ren. El viTroy recibió un menorial con treinta y dos firmas de condes y marqueses, en el cual se protestaba ocurrir á la corona si inmediatamente no era puesto en libertad el preso. Algún canguelo debió entrarle á Abascal, pues mandó sobreseer en la causa, aunque, por sí ó por no, se hizo el de flaca memoria y no devolvió al sospechado el mando de la compañía. Ochenta días había teni—lo al condesito guardado del relente y la garúa.

El conde de la Vega del Ren se estuvo quedo en su casa y conspirando á la sordina hasta 1831. Su firma, como el lector puede comprobario, ocupa el noveno lugar en el acta solemne de jura de la independencia. Junto con él suscribieron el precioso documento los condes de San Isidro, do las Lagunas, de Torre Blanca, de Vistaflorida y de San Juan de Larigancho, y los marqueses de Corpa, de Casa Dávila, de Montealegre y de Villafuerte, aquel á quien Bolívar humilló tanto el 12 de abril de 1826, día siguiente al en que fué ajusticiado en la plaza de Lima el vizconde de San Domas. Referiré el lance á vuela pluma.

El Libertador había conferido al marqués de Villafuerte título de coronel y dostinádolo entre sus ayudantes de campo. Bolívar daba aquella tarde un convite en la Magdalena, y viendo á su ayudante preocupado y que no menudeaba las libaciones, le dijo:

TOMO

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