II
El primer brujo que floreció en Ica (allá por los años de 1611) merecía más bien el título de astrólogo. Era blanco, de mediana estatura, pelo castaño, nariz perfilada, hablaba muy despacio y en tono sentencioso, y ejercía la profesión de curandero,
Era el Falb de su siglo; gran pronosticador de temblores y muy diestro en agorerías.
Parece que aun intentó escribir un libro, á juzgar por las siguientes líneas extractadas de una carta que dirigió á un amigo:
«Modo de conocer cuándo un año será abundante en agua.—Se observa el aspecto que presenta el cielo el 1.º de enero en la tarde, y si éste es color caña-patito será un buen año de agua.»
Explica, además, la abundancia del agua, cuando no concurre aquella condición, como prerrogativa de los años bisiestos.
Califica también los años de solarios ó lunarios, según la mayor ó menor influencia del sol y la luna.
«¿Cómo se sabrá cuándo pueda declararse una epidemia?—Para esto—dice—no hay más que fijarse si en el mes de febrero se forman ó no remolinos en el aire. En el primer caso es segura la peste, siendo de notarse que la viruela, por ejemplo, donde primero aparece os en las hojas de la parra.»
No deja de ser curiosa la teoría del astrólogo iqueño sobre las lluvias. Las nubes—decía—no son otra cosa que masas semejantes á una esponja que tienen la cualidad de absorber el agua. Estas esponjas se ponen en contacto con el mar, y satisfecha ya su sed, se elevan á las regiones superiores de la atmósfera, en donde los vientos las exprimen y cae el agua sobre la tierra.» En cuanto à la gran cantidad de sapitos (ranas) que aparecen en Ica después de un aguacero, decía que eran debidos á que los gérmenes contenidos en las nubes se desarrollan antes de llegar á la tierra. Daba el nombre de penachería doble á toda aglomeración de nubes, y entonces el aluvión tomaba el calificativo de avenida macho.
Ello es que, como sucede á todos los charlatanes cuando se meten á explicar fenómenos de la naturaleza, ni él se entendía ni nadie alcanzaba á entenderlo, condiciones más que suficientos para hacerse hombre prestigioso.
«Sólo teniendo pacto con el diablo puede un mortal saber tanto,» decía el pueblo, y todos en sus dolencias acudían á comprarle hierbas medicinales.