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Tradiciones peruanas

á palacio, escoltada por un grupo de gentileshombres lanzas, Tras su coche seguían los demás con camareras, familia y dependientes de la casa.

Dicen que doña Ana de Borja, condesa de Lemos, y en este siglo doña Angela Ceballos, fueron las únicas virreinas que se apartaron de esa costumbre, entrando á caballo al lado de sus maridos. Fué D. García de Mendoza el primer virrey que tuvo licencia del soberano para traer á su esposa..

La procesión regresaba en el mismo orden.

De las ventanas y balcones, ricamente encortinados, arrojaban las señoras décimas y floros sobre el virrey, En el atrio de la catedral, el arzobispo ó deán con el Cabildo eclesiástico y los seminaristas recibían bajo de palio al representante del monarca y acompañábanlo hasta el altar mayor, donde se cantaba un soleinne Tedéum.

Concluida la ceremonia de iglesia, su excelencia con los oidores y un pequeño número de cortesanos entraba en palacio, donde en el salón lo recibía el virrey cesante. En verdad que encontramos exquisita delicadeza en que el ceremonial no obligase á éste á presenciar las ovaciones que se tributan siempre al sol que nace, y que no pueden dejar de lierir la vanidad ó amor propio del igual en carácter.

En ese día y el siguiente costeaba el Cabildo banquetes en palacio.

Dice ia tradición (pues documento histórico que lo compruebe no hemos encontrado) que en este día otorgaba el virrey indulto á un reo senteneiado á muerte, gracia que también acordaba anualmente el Viernes San to, atendiendo á que el representanto del monarca católico no podia ser menos que el protor de Jerusalén que perdonó á Barrabás en nombre del césar romano.

Hasta aquí el ceremonial obligatorio para la cindad.

Las luminarias y candeladas en plazas y calles, los castillos de fuego, las fiestas de toros, cucaña ó palo ensebado, sortijas y alcancías, danzas, comedias y demás regocijos no se ciñeron nunca á programa especial. En algunos recibimientos se formaron cuadrillas ó bandos de los jóvenes más ricos y principales, que vestidos con primor y en arrogantes caballos rompieron cañas. La huelga duraba tres días.

Quince días después del recibimiento en Lima iba el virrey con gran acompañamiento al Callao, y visitaba la armada y las fortalezas.

Tres ó cuatro meses más tarde la Universidad daba un certamen, al que concurría el virrey. En la Biblioteca de Lima existe completa la colección de folletos relativos á estas funciones literarias, que fueron siempre expléndidas. Ojalá pluuna más competente que la nuestra emprenda un estudio crítico de esos interesantísimos folletes!