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Tradiciones peruanas

siempre con irreprochable puntualidad al lugar donde se ha cometido un robo, un asesinato ú otra fechoría..... cuando ya no se la necesita. Y lo que digo de la policía lo aplico también á las medidas precautorias, Siempre son tardías: después de caído medio techo, se nos ocurre apuntalar lo que queda. Fué preciso el peligro de morir aplastados en que se vieron los cofrades de San Marcelo, para que el virrey y el arzobispo y el Cabildo cayeran en la cuenta de que era conveniente en todos los templos remachar aldabas en la parte interior de las puertas. Así, aunque se cerrasen de golpe, con solo tirar del aldabón se abrirían.

Contratose la fabricación de aldabas con un famoso discípulo de Vulcano, cuya fragua estaba situada en un solar que forma el ángulo opuesto á las esquinas de Beytia y Melchor Malo.

El herrero alornó su puerta, por vía de muestra, de aviso ó de recla mo, como hogaño decimos, con varias aldabas, y desde entonces quedó bautizada esa calle con el nombre con que la conocemos.

XVIII

COMO SAN JINOJO

Nailie como el padre Urbano Rodríguez, natural de Huancavelica, pudo decir con máis propiedad: Si se me antoja, vuelo; si se me antoja, nado.» Jesuita y profeso de tercer voto fué, allá por los años de 1759, juzgado por sus superiores en el Perú y expulsado de la Compañía, y gracias que no le dieron chocolate. Carácter atrabiliario debió tener Rodríguez, pues en un paquete de cartas que entre los papeles relativos á los jesuítas existen en el Archivo Nacional, hemos leido una, firmada por él, en la que colma de injurias á otro padre, habla de haber sufrido á pan y agua muchos meses de encierro, y de que, desesperado, apuro un veneno, salvándolo de sus efectos lo vigoroso de su constitución. Entre las Cartas annuas de la Compañía, que manuscritas se encuentran en la Biblioteca, hay una en la que se enumera al padre Urbano entre los sacerdotes turbulentos.

Las Cartas annuus son informes personales que los superiores en Lima y Mejico pasaban al general de la orden en Roma. Lástima es que la colección de Cartus annuus no esté completa, pues faltan no pocas.

Sigamos con el padre Urbano. El no hizo gran caso de la sentencia, y con traje de clérigo continuó viviendo en Huancavelica, donde su familia disfrutaba de cómodo pasar.