chocolate, fué porque se usaban cortos vestidos para lucir zapatito liliputiense, y entrelazadas cintas sobre medias caladas.
Al tercer estampido no faltó timorata que exclamando «¡Jesús María!» acudiera á ella don Jesús María Monasterio, y la pálida beldad á postrarse en oración ante el cuadro de la Virgen de Belén, que adornaba el dormitorio de madre señora, cuadro que era de historia.
Y como los cañonazos seguían, refugio fué este de danzantes y también arrodilladas alrededor de la tarima al pie de la cuja, cuyas anchas cortinas recogidas dejaban ver abrigos y tapados revueltos y amontonados sobre el amplísimo lecho.
Para no dejar en Belén á curiosa lectora, como las del baile improvisado, encomendándose á la Virgen de ese nombre, referiremos su origen, cuya tradición ha continuado hasta nosotros sino el cañoneo del baile bajo las bombas.
Años atrás, con malos vientos, navegaba el señor don Ignacio Bustillo Ceballos (abuelo de doña María Gertrudis P. Ceballos, madre ésta