sólo regresó cuando nuestros padres ya tenían patria.
¿Qué había sucedido? Pues nada: que halagando á Juancito, el señor Argerich hacía copiar por su discípulo de mejor letra cartas, proclamas y toda la correspondencia que Rivadavia, Moreno y Belgrano propalaban, incitando á la emancipación á los patriotas del Alto Perú, y cuando llegóse á sospechar allá que los cabecillas anduvieran por acá, bajo pena de azotes, que aun sin prometer muchos daba, conjuróle Argerich al más riguroso secreto sobre el papelito extraviado.
Azotes por azotes, comprimido el niño entre dos azotainas, y desconfiando el maestro de la frágil infancia advertido por Rivadavia cuyas amistades en la secretaría del Virrey teníanle al corriente de la investigación, aconsejó á uno pusiera pies en polvorosa, aviso que no se hizo repetir, y al otro, confesara la verdad cantando de piano, pues ya no habría peligro ni para el inocente copista.
En verdad, empezaba siendo mucho niño, el que bien pronto fué mucho hombre en todas las circunstancias, tan olvidado patricio. Ministro, presidente del Banco, de la Municipalidad, de asociaciones de crédito, senador, comerciante, hacendado, no fué de esas reputaciones de vidrio de aumento, sino por el contrario, de las que