Muñoz, Vieytes, Belgrano, Real de Azúa, en esa antigua casa de Azcuénaga el que congregaba allí á su alrededor el primer centro de amigos de letras, al señor Lozano, doctor in utroque de la Universidad de Córdoba.
Veinticinco años después, los canónigos Gómez, Funes, Segurola, al salir del coro de la Catedral contigua, subían los dos altos escalones de su gran puerta, sobre cuyos umbrales tres y más generaciones han presenciado, en cien años el desfile de festividades patrias, á reunirse en tertulia literaria con de Luca, Real de Azúa, el periodista, y don Pedro Feliciano Cavia. Otros veinticinco años más tarde, en ese mismo estudio del doctor Miguel Olaguer, corto de vista pero de muy larga vista intelectual, concurría ya en su interesante biblioteca ó en la sala de los Virreyes, cuyos retratos ostentaba, alcanzamos á oir instructivas conferencias á los doctores Juan M. Gutiérrez, Quesada, Navarro, Carranza, Zinny, Cuyar, Lozano, etc.
En la segunda generación de contertulianos (1825) cierto día que se hallaban presentes Riglos, Sarratea y Belgrano (el doctor), entró el Deán misiva en mano, llegada de luengas tierras, exclamando regocijadamente:
— Señores argonautas: mucho siento que se