que llegó á ser nombrado gobernador de Buenos Aires, á tal punto le argentinizaron sus hazañas en defensa de esta tierra. En aquella ocasión no mandaba el barco: platicaba con Miller O'Brien, Harrart, Shéridan, Armstrong, calculando no sería difícil aplicar la máquina que ensayaban á buques de la escuadra.
Once mil quinientos pesos costaba el «Druid», suma igual, en Europa, á la de la primer locomotora que al rodar sobre la plaza del Parque doblara su dispendio. ¡Qué comisiones! sobrepasadas únicamente en los tiempos de la manzana de oro, Congreso presupuestado en cuatro millones, en el cual absorbido se han treinta, faltando otros tantos para su terminación! Calculábase que cuando se duplicara el número de esos primeros cuarenta pasajeros, se reduciría á cinco pesos el pasaje de ida y vuelta. En el primer Paquete establecido diez años después á Montevideo, se cobraba una onza oro por trayecto que, á toda máquina, no siempre terminaba en tres días.
Cinco años apenas de la invención de Fulton, que desconociera el genio de Napoleón, un armador americano (1812) obtuvo privilegio del gobierno argentino para navegación semejante á la inaugurada sobre el Hudson. Fenecido el plazo, sin que nuestras interminables contiendas dieran tiempo para ensayo de tanto progreso, informe