semejantes, más o menos estoicos, se repiten con frecuencia. Pero la verdad verdadera es otra, cuando la procesión anda por dentro de esos honrados a medias, no enchapados a la antigua, como los que adoctrinan que preciso es no sólo ser honrado, sino también parecerlo. ¿En qué cascarita de naranja o mal paso habría resbalado este promotor de tantas obras buenas, para ser conducido entre rejas, él, que muchas y muy pesadas, hiciera venir de Vizcaya, en precaución de escalamientos, gatuperios ó tentaciones del mundo, y también de la carne, a escuálidas huerfanitas por tantos abandonadas y que sólo él guardaba?
Mientras lo descifra el lector, seguiremos éste que es mucho cuento.
Engorroso sería reseñar las diversas peripecias de traspasos y divisiones en los campos de Campana, desde que en noche de trueno y sobre la verde carpeta los ganara el capitán Lomes, obtenidos por donación del rey, ni de cómo de esa sucesión, los adquiriera la sociedad Escalada y Armstrong. Escenas hubo y algunas de melodrama al cederlos después el padre Escola al coronel Ibarrola y Martínez, á quienes compraran los señores Costa en 1853.
Misteriosas leyendas recuerdan aquellos pagos, como la de El Pirata Correntino, La Sala-