aplausos de la multitud que se apeñuscaba, con que fué recibido el recién venido, esclavo de su palabra, volviéronse llantos y soponcios del mujerío, viéndole salir entre cuatro sayones, y el Capellán exhortándole Crucifijo en mano, caminito del banquillo, bien corto para caber ilusión de que la fusilatina no iba de verdad.
Cual si misteriosa prevención hubiera combinado á los apesadumbrados circunstantes, sólo hacia el lado que se divisaba á poca distancia el parejero, había cancha abierta, interceptando grupos de paisanos curiosos los otros costados.
Y así mientras mandaba pedir con el Oficial de tiradores al Jefe del cuadro, que no era cuadro, según los diseminados soldados que lo formaban, se le concediera, como soldado veterano, dar las voces de mando en su ejecución, al desprenderse la chaqueta que daba al Sargento, en un momento de distracción, admirando todos la entereza de este valiente, rápido como relámpago, corrió hacia el caballo que los centinelas no observaron, y cuando éstos salidos de su sorpresa intentaron atajarle el paso ya había saltado sobre el parejero en carrera hacia el monte, sin ser alcanzado por balas de recortados ó carabinas. La mayor parte de los de caballería tropezaba con mirones, que parecían estar en el secreto de abrir cancha al