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¡QUÉ BUEN AMIGO!

(tradición del año de judas)
A mi amigo de cuarenta años F. A. B.


I

¡Ay, no tener un amigo!

¿Para qué sirve pasar una larga vida de honradez haciendo todo el bien posible á sus semejantes, desvelarse por sus hijos, sacrificarse por la patria, trabajar desde venir el dia hasta el último, por cumplir sus deberes, si al fin de la jornada no queda un amigo?

Así se lamentaba, cual otros muchos que no se lamentan, un antiguo soldado de la provincia de Santiago, puesto en capilla (en las postrimerías del año 1813) para ser fusilado al toque de diana.

Delito de deserción se le atribuía, al que, en verdad, delito de amor paternal apenas podía llamarse.

Verdad que él había salido del campamento; pero galopaba, no hacia el enemigo ó por rehuir servicio militar; galopaba hacia sus hijos. Para vigorizar el ejército y evitar escaramuzas de los indisciplinados gauchos de Güemes, que, magníficos guerrilleros en vanguardia, no lo eran tanto en el estricto cumplimiento de Ordenanza, habíase dado la orden que todo soldado alejado del campamento sería pasado por las armas como desertor.

Agregadas á esto susceptibilidades levantadas entre los jefes de las divisiones que cruzaban las provincias de arriba, en marcha para el Alto Perú, y rivalidades del coronel Borjes con oficiales de Ocampo y Belgrano, no podían los subalternos de aquél perder la oportunidad, sino darse el gustazo de fusilar al primer desertor que caía en sus manos.

Todos los medios de petición hallábanse agotados. A la comisión de