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DOCTOR P. OBLIGADO

» Eso sí, no faltó quien me recordara. ¿Para darme las gracias?

» No, para darme una paliza.... literaria, haciendo cera y pábilo de toda mi literatura, por no haber suprimido algún lunar, sin el cual faltaría el parecido (ó bellaquería tan sonada), que como eco del pasado repercute en la tradición.»

Todo esto contaba con su sal ática y gracia sin igual delante de Paz Soldán, Pardo, Gómez, Irigoyen, Guzmán, Calderón y otros periodistas, el poeta de las tradiciones, refiriéndonos la desazón que le causó cierto general de la Confederación Perú-Boliviana, llevándole ante el Jurado por encontrarse parecido á su general Pata-Gallina.

» Falsificador de la historia, que ambicionaba renombre, ultrajando el de muertos ó semimuertos, era de lo menos que se me tildara. ¡Chico pleito fué aquél!

» Pero, señor, me defendía, nada tiene que hacer usted con el general Pata-Gallina de mi cuento. Usted es un general de mucho mérito, que ha dado largos días de gloria á la patria, cuya casaca militar cuajada se halla de medallas, cordones y veneras, que ha hecho sudar la prensa con elogios á sus hazañas, y los papeles públicos.

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—» ¿Qué? ¿Qué dice usted? Si en mi Departametno no hay papeles públicos, ni hazañas. Usted se ha querido mofar de mí, pintándome con defectos que no tengo, sin respetar mis canas, heridas y servicios, para costear, con la caricatura de mi figura histórica, la risa de sus lectores.

—» Semejanza alguna aparece entre un Vuecencia implume, en dos pies, y mi general Pata-Gallina, que nunca tomó el olor á la pólvora, que en cien combates lució por su ausencia, como el señor... no lo ha hecho, cuyo nombre no se menciona en parte alguno y................................

» Y, como tanto me fastidiara ese buen señor, cansado de sus majaderías, tuve que pedir al Presidente de la mesa que hiciera exhibir en la prueba algo así como el cuerpo del delito, cuando un chusco gritó desde la barra:

— »¡Eso es!, ¿á ver á ver? Que saque la pata el señor general, á ver si es de gallina.

» Aunque algo serril, el cuzqueño escondía la suya en bota fuerte. El público se echó á reir, contaminándose los miembros del Jurado de la hilaridad de la barra, y no sin gran brega salí absuelto y sin levita.»

Ni pariente lejano del general Pata-Gallina es el que en las siguientes páginas recordamos.

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