Con una perseverancia que nada desanimaba siguió proceso; presentó en largo expediente las tablas de limpieza de sangre que exigiera su proyecto de suegro, D. Cecilio Sánchez de Velazco; pues, señor de muchos humos, ostentaba sobre el estrado, á la testera del salón, ovalado escudo de su antigua nobleza, oriunda de Granada, en cuyas armas figuraban los atributos más preciados en España. No era cosa, pues, de dar la mano de la más rica heredera al primer buen mozo pisaveredas que pasara por las de Florida. Mas como todo lo vence el amor, y no hay constancia que no obtenga premio, guita cavat lapidem, las muchas gotas que de agua cayeron sobre el constante oficial de Marina cavaron en el pedernal de su suegro, y al fin, del convento salió su dicha, como en él se enterrara envida la de su amor filial.
Por su aspecto, como hijo de inglés, por tal tomara á este rubio oficial la vanguardia de Liniers cuando al año justo de su casamiento (1806) salía de la chacra de su suegro en San Isidro, donde se refugiaron con su familia otras muchas, para avisar á los reconquistadores desembarcados en el puerto de Santa María de las Conchas lo desguarnecido de la plaza y sus escasas tropas.
Años después, en que el coronel D. Martín Lorenzo Thompson coadyuvó á la revolución de la Independencia con cuanto tenía y valía, fué en el de 1816 enviado como primer representante de la Argentina, acreditado cerca del Gobierno de los Estados Unidos. En Filadelfia contrató el primer grupo de oficiales franceses, que más tarde se distinguieron en los ejércitos de la patria.
Y este hombre de natural tan amable y apasionado, como vehemente y expresivo, que hablaba con las manos (tal era la nerviosidad de su carácter), que amó á su madre hasta el delirio, á la compañera de su vida hasta la locura y á su patria hasta el sacrificio, se distinguió desde la Escuela de Marina en Madrid por sus estudios, y en la reconquista y la defensa contra los ingleses como militar: condenado á doble orfandad desde sus primeros años, muy niño alejado del hogar, y encontrando tras larga ausencia cerrados los brazos maternales, siempre errante, lejos de los suyos, consagrando á la patria todos sus servicios, esposo de una de las mujeres de más ingenio que recuerda nuestra sociedad, padre del afamado literato D. Juan Thompson (quien con nuestro Ventura de la Vega dejaron en España bien puesto el nombre argentino), tuvo la desgracia de fallecer á bordo, en viaje de regreso (1817), siendo su cuerpo arrojado al mar.