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AMOR FILIAL

(CRÓNICA DEL ÚLTIMO AÑO DEL SIGLO XVIII)


No debe criticarse como anacronismo fuera de tono que entre dos episodios del siglo XVI intercalemos escena en las postrimerías del XVIII. Impúlsanos á alternar con viejas tradiciones otras que no lo son tanto, el hacer más variada lectura de un libro que, aunque de mucha historia, en manera alguna pretende convertirse en epítome de la misma; bien que las tradiciones, lecciones son que nos lega el pasado. Es éste uno de los más antiguos episodios en que en nuestras viejas crónicas sociales figura un hijo de esta tierra (porteño de la plaza de la Victoria, como se decia antes de haber argentinos) y en que resaltan el sublime sentimiento de amor filial y el más puro por ser el primero.

Y sin más preámbulo, punto, respiro y sigo.

I

A ciertos hijos á la moderna, entre quienes el amor filial suele andar á caballo ó en petizo, y aun de carrera ó á escape, no estará de más recordar que antes del nivelador y vos, que todo lo igualiza, tiempo hubo en que los retoños eran más apegados y respetuosos, y cómo algún hijo volvió desde el otro mundo, sólo por dar un abrazo á su madre.

Promediaba el pasado siglo, cuando con un puñado de guineas y muchos más de bendiciones de sus buenos padres, arribaba á estas playas desde las de Inglaterra el Sr. D. Pablo Guillermo Thompson, inglés de origen, y americano de profesión, al naturalizarse español, en la tierra