Sin duda de esas guerras nació el odio recíproco que animaba á esos dos pueblos y que tuvieron manifestación en sus frecuentes hostilidades.
Los isleños de Puluc, Tabón y Quenu, del grupo de Carelmapu, refieren las tradiciones conservadas de sus mayores, según las cuales los chonos hacían frecuentes incursiones en esas islas. — Venían los chonos por tierra costeando el continente y por mar para facilitar con sus embarcaciones el desembarque en las islas que iban á agredir.
En estas guerras los chonos alcanzaron á conquistar la isla de Puluc; pero como ellos vivían á considerable distancia no pudieron mantener su conquista. Por lo cual de tiempo en tiempo volvían al Norte y recomenzaban sus hostilidades contra las islas mencionadas y en especial contra los pulucanos, á intento de someterlos.
Los chonos hacían, como era natural, guerra salvaje: mataban á los vencidos, arrasaban las chozas y sembrados y llevaban cautivas las mujeres.
Los indios pulucanos temían en los últimos tiempos á los chonos como á azote de Dios.
En la extremidad meridional de la isla de Puluc hay una eminencia que se conoce hoy como cerro de la Centinela. Desde esa elevada montaña observaban los pulucanos noche y día las costas del continente y los mares que los circundan, la venida á sus tierras de los chonos, no ya para aprestarse para repeler la invasión, sino para huir medrosos á sus bosques ó para buscar asilo en las islas vecinas.
Mientras estas escenas sangrientas tenían lugar en el Norte del Archipiélago, en el Sur los chonos no daban respiro de paz á los chilotes de esas regiones. De aquí, como hemos dicho, el que aquellos indios se estableciesen á firme en muchas islas y costas, como se recuerda hasta el día.
En el Sur de Chiloé se conserva la tradición de una invasión de los chonos llevada á efecto á mano armada y en forma sorpresiva. Ese asalto tuvo por objeto quitar sus mujeres á los chilotes y llevárselas cautivas á sus islas.
La empresa realizada con tino y con astucia, dió buenos frutos á los chonos; muchas mujeres tuvieron que seguir la suerte de los vencedores y resignarse á soportar la situación que su adversa fortuna les había creado.
Los chilotes, por su parte, amedrentados con tan porfiadas guerras contra un adversario valiente y activo, se resignaron por el momento a soportar el ultraje, pero conservaron en sus pechos el deseo de vengarlo.
Algunos años después, una partida de chilotes penetraba en las islas chonas, también de sorpresa, matando á cuantos indios caían á sus manos, recobrando algunas de sus mujeres y llevándose cautivas á otras.
En esta matanza de hombres salvaron algunos indios, cobardes ó tímidos, que acompañaron a los chilotes en sus hostilidades y que fueron traídos como cautivos y llevados a Caylín, Quellón y Chaulinec, en donde viven sus descendientes, que hemos conocido allí.
La vida, en las condiciones en que se desarrollaba en Chiloé, no era á pro-
los años de 1766 y 1767 que se publicó en el Anuario Hidrográfico, año XIV. — Nótese que en el Archipiélago Huaytec y en el de Chiloé hay dos islas con el mismo nombre de Laitec.