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72 POLÍTICA DOMÉSTICA

tra su marido; si éste les dá una orden, la mujer en- cuentra medio de eludirla; si castiga, le hace frente, complaciéndose en represcntar el papel de leona que defiende sus cachorros.

La mujer que así procede no ve la probabilidad de que llegue un día en que sus hijos, después de haber invocado el apoyo de ella contra el jefe de la familia, hagan alianza con éste, cuando ella misma tenga que imponer alguna corrección. Entonces se- rá, a su vez, acusada de tirana; quedará desatendi- da por caprichosa, sin recurso para reprimir á unos hijos que no la obedecen, y sobre todo, verá, con desesperación, que su ciega ternura obtiene por re- compense. el desafecto y es causa de desgracia para los mismos hijos.

Las cosas van bien, cuando la madre invoca Ia autoridad de su esposo como ley suprema. Si la re- presión de una falta le parece demasiado severa, que no lo demuestre, sino que se limite á pedir, ostensi- blemente, gracia para el culpable. Este proceder ofrece triple ventaja: dar á conocer á los niños lo que vale la autoridad á que la misma madre tiene que im- plorar; mostrarles que la dulzura puede ablandar el corazón de un padre que mejor sabe amar que casti- gar; y, en fin, transformar el regazo materno en re- fugio contra las penalidades de la niñez.