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156 POLÍTICA DOMÉSTIGA

no. Se enfadan casi siempre por lo que no lo merece, se encolerizan, gritan como energúmenos, golpean á sus hijos, y hasta parece que los aniqui- larían, si pudieran; pues bien, después de tales es- cándalos, esos mismos padres, como si quisieran hacerse perdonar por sus hijos, los miman y los contemplan, sosteniendo en ellos los mismos defec- tos que dieron ocasión y la darán de nuevo á se-


mejantes accesos de ira ¿Es esto razonable?... prudente?..... De ninguna manera; y sería milagroso que por tal camino se llegara al fin de corregir á los niños. Modérate, pues, hija mía, y comprende que el daño que hoy te has hecho á tí misma es ma- yor que el que tu hermanita ha sufrido; porque su herida se curará pronto, y la de tu alma durará mucho tiempo. Ahora mi deseo es que esa lec- ción te aproveche, ¡quiéralo Dios!

«¿Sabes tú qué idea me ha ocurrido con frecuen- cia, sirviéndome muy bien para dominar mi ca- rácter? Es esta: que cuando yo haya corregido todos mis defectos, tendré derecho á encolerizarme contra los ajenos. Tan dichoso momento no ha llegado para mí, y, probablemente, tampoco llegará para tí. En conclusión, voy á darte otro consejo que te será utilísimo, si lo sigues como yo he pro- curado seguirlo desde que me lo dió un anciano que en su juventud padeció frecuentes arrebatos de