Durante mucho tiempo vivió en el armario de juguetes o en el piso del cuarto del niño, y nadie pensó en él. Era naturalmente tímido, y como sólo estaba hecho de peluche, algunos de los juguetes más caros lo despreciaban mucho. Los juguetes mecánicos eran muy superiores y menospreciaban a todos los demás; estaban llenos de ideas modernas y fingían ser reales. El modelo de barco, que había vivido dos temporadas y había perdido la mayor parte de su pintura, entendió su estilo y nunca perdía una oportunidad de referirse a su timbre en términos técnicos. El conejo no podía reclamar ser un modelo de nada, pues no sabía que existieran conejos reales; pensaba que eran todos rellenos de aserrín como él y él sabía que el aserrín era bastante obsoleto y nunca debía ser mencionado en círculos modernos. Incluso Timoteo, el León de madera, que había sido hecho por soldados discapacitados y debería haber tenido puntos de vista más amplios, se vanagloriaba y fingía estar relacionado con el Gobierno. Entre todos ellos el pobre conejo se veía a sí mismo muy insignificante y banal y la única persona que fue amable con él fue el Caballo de Cuero.