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II
INTRODUCCION.

de Padilla solia poner al fin de sus reimpresiones de obras viejas y en que se contienen los títulos de tantas y tantas novelas?

Y sin embargo nos afirmamos en lo dicho: la literatura española es pobre, pobrísima de novelas, tan pobre que acaso ninguna otra, entre las modernas, lo es mas ni aun tanto, si, como es regular, se atiende á la calidad del género, y no á su cantidad En efecto muchas novelas tenemos, á lo menos así se llaman, pero malísimas, en tanto grado que las mas se caen de las anos; y aun las que por su castizo lenguage, ó por los versos que intercalados con la prosa contienen alguna vez, ó por tal cual carácter regularmente bosquejado, ó, en fin, por cualquier circunstancia incidental, tienen mérito á los ojos de los inteligentes, son á los de la mayoría de los lectores tan soberanamente insípidas, tan inverosímiles en su argumento (cuando alguno tienen, que no es lo comun) y sobre todo tan pesadas, como suele decirse, que no hay paciencia que alcance á llevar adclante su lectura mas allá de las diez primeras páginas. Esto, dígase lo que se quiera, es lo general. ¿Necesitamos añadir que hay algunas excepciones? Las hay ciertamente, pero tan raras cual por el corto número de las novelas buenas insertas en esta misma coleccion que ahora damos á luz y que nos atrevemos á intitular Tesoro de las mismas, verán los lectores imparciales, y cual se deduce tambien de todas las colecciones de novelas españolas hasta el dia publicadas, que á la verdad no son muchas ni pueden serlo en efecto, atendido lo que dejamos dicho.

No parece sino que el ingenio español, naturalmente claro y fecundo, pero comprimido en todos tiempos por lastimosas trabas, ha reservado toda su afluencia para dos grandes géneros de literatura por los que, cual por dos anchos raudales, se le ve fluir con admirable abundancia y lozanía durante los dos siglos de nuestra preponderancia política y literaria, los siglos XVI y XVII: esos dos géneros, cosa extraña, son cabalmente los mas opuestos entre sí: — la literatura mística, la literatura dramática. En ambas, nuestros ingenios han rayado muy alto, y, sin rebozo podemos decirlo, han llevado la delantera á los de todos los países modernos. ¿Porqué no ha sucedido lo mismo con ese otro género de literatura, tan aplaudido y general y feliznente cultivado en la actualidad, y que tantos puntos de analogia presenta con el segundo de los dos antecitados? — Porque, en efecto, el drama, si bien se mira, no es mas que una especie de pequeña novela dialogada; ó lo que es lo mismo, la novela, en cierto modo, no es mas que un drama narrado, desleido en uno ó mas volúmenes, y enriquecido por consiguiente con todos los pormenores y todo el desarrollo, digamoslo así, de que,