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XLII.

Amalia, cuyas prendas apreciables,

no acertando ninguno à ponderarlas,

y hallandolas al labio inexplicables,

se contenta el amor con admirarlas,

tanto plausibles son, son tanto amables,

que aun fuera empresa grande el numerarlas,

siendo (porque algun rasgo asi te arguya)

perfeƈta Reyna, y digna Esposa tuya.

XLIII.

Venga, Señor, y venga quanto antes,

que vivo ansiosa, è impaciente muero:

les tengo prevenido, ¡qué danzantes!

ya verán, y qué poco les pondero:

estos divertirán à los Infantes,

que dicen cada uno es un lucero.

¡Cómo reirán al verlos dar tan altos,

al són del tamboril, brincos y saltos!

XLIV.

Tambien tengo panderos y sonajas,

donde con repiquetes singulares,

cantarán unas Majas, ¡y qué Majas!

unos cantares, ¡pero qué cantares!

De estas Sotas muchisimas barajas

andarán por las calles à millares,

es un contento, un regocijo el verlas:

¡y qué finas las hay! como unas perlas.

B