Despues, ¡qué carretillas! ¡qué estrellones!
¡qué truenos! ¡qué rimbombos! ¡qué estallidos!
La Luna se tendrá buenos cerones
en llegando el rumor à sus oidos,
y muy à pique está que sus Bridones
disparados, medrosos y aturdidos,
de la Carroza olviden la regencia,
dejándola à la Luna de Valencia.
Dirá la tierra con algun recelo,
asomando su calva por un Monte:
¿Qué es esto? ¿está en Madrid el Mongibelo,
ò renace à ser loco Faetonte?
Y advirtiendo de todos el desvelo,
retumbando en aquel y este Orizonte,
responderá así el fuego al escucharlos:
trum, viva Amalia: trum trum, viva Carlos.
Amalia, dixe, vuestra amada Esposa,
que à estár presente quando la Manzana,
preferida de Páris por hermosa,
se quedára la Cipria con la gana:
no hubiera competencia tan ruidosa,
pues fuera en su engañosa estirpe, vana
beldad y ciencia, y el poder ninguno
de Citeréa, de Minerva y Juno.