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sieron en tan buen puesto (porque en todo se gobernaba por su consejo) que se resolvió á hacer armada, y enviar en ella la mas gente que pudiese, y por cabeza al capitan y sargento mayor, Juan Juarez Gallinato, en un navío mediano. Y en su conserva, dos juncos, el uno á cargo de Diego Belloso, y el otro á cargo de Blas Ruiz de Hernan Gonzalez, con ciento y veinte Españoles, algunos Japones y Indios de la tierra, y lo demas necesario.

Esta resolucion pareció a los demas de la Ciudad no muy conveniente, así por salir della tanta gente, como parecer muy dudoso el buen suceso de la jornada; supuesto que se decía, estaba la tierra de Camboja por el Sian, y la tenía con buena guardia, y no se sabía otra cosa, y sobre todo, de la jornada resultaba, cobrar por enemigo declarado el rey de Sian, de quien el gobernador acababa de recibir presente, y embajada de amistad, con Belloso; y sin responderle á ella, tomaban contra él las armas, por quien no era conocido, ni los Españoles tenían dél ningunas prendas ni obligaciones. El doctor Antonio de Morga, teniente general, y con él, el maese de campo Diego Ronquillo, y otros capitanes y personas de cuenta, trataron del negocio á don Luis, hasta llegar á pedirle por escrito, se dejase de la jornada. Y aunque no tenía razon por su parte, con que satisfacer, hallándose tan prendado, y teniendo á los dichos religiosos de Santo Domingo de su parecer[1], no quiso mudar de intento; y despachó

  1. Difícilmente se puede esto excusar, alegando que los Dominicos faltaban así á todas las leyes del Derecho de gentes y de la honrada Política por propagar la Fe. Para la Fe ancho campo había en Filipinas; entonces más de las nueve décimas partes de los Indios eran infieles; aun ahora, la existencia de tantas tribus y rancherías no cristianas, desprestigian mucho este celo religioso, adormecido tal vez por la fácil existencia que brindan pueblos relativamente ricos, pródigos y amantes de pompas religiosas. Verdad es que tampoco era puramente por la Fe, porque habían ido á las ricas islas de la especeria y del oro: moros y judíos había en España y en África, millones de Indios en las Américas; millones de protestantes, cismáticos, y herejes poblaban y pueblan más de las seis sép-