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y pasados dellas, es el mar y golfo grande, donde la nao puede correr largo con cualquier tiempo; atraviésase por él con los tiempos que se hallan, hasta altura de cuarenta y dos grados, muchas leguas en demanda de la costa de la Nueva España, buscando los vientos generales, que por tanta altura corren que son de ordinario Noruestes; y á cabo de larga navegacion, se da en la costa de la Nueva España, que desde el cabo Mendocino, que está en cuarenta y dos grados y medio, corre novecientas leguas, hasta el puerto de Acapulco, que está en diez y seis grados y medio.

Cuando los navios estan cerca de la costa, que de ordinario la reconocen desde cuarenta grados hasta treinta y seis, es el frío muy grande, y padece la gente y muere; y trescientas leguas antes de llegar á tierra, se ven señas della, por unas aguas malas, del tamaño de una mano, redondas y moradas, con una cresta en medio, como veleta latina, a que llaman carabelas. Esta señal dura hasta estar cien leguas de la tierra, que luego se descubren unos pejes, el medio cuerpo de hechura de perros[1], que van retozando unos con otros, por junto á la nao; tras estos perrillos, se ven las porras, que son unos tallos de yerba, huecos muy largos, amarillos, con una bola al cabo, que vienen sobre aguados; y á treinta leguas de la costa, muchas matas de yerba muy grandes, que los rios grandes (que hay en ella) echan á la mar, que llaman balsas, y muchos perrillos á vueltas de unas y otras señales. Luego se descubre la costa, que es tierra muy alta y limpia, sin perderla de vista, se corre por ella con los vientos Noruestes, y Nornoruestes, y Nortes que de ordinario,

    cual más tarde con el calor del fuego dió un número considerable de panecillos de oro. De ahí le vino su nombre; se han buscado después, pero no se han encontrado, lo que no impedía que los marineros señalasen su situación en todos los viajes, aunque jamás las llegaban á divisar. (Véase: Gemelli Carreri, Viajes á Filipinas y Méjico.)

  1. Los lobos marinos abundan en las costas de California.