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continuacion de sacramentos, y asistencia en los oficios divinos, y cuidado de regalar y sustentar sus religiosos, con grande obediencia y respeto, que les tienen, con muchas limosnas que les hacen, y con las que dan por los sufragios, y entierros de sus difuntos, á que acuden con toda puntualidad y largueza[1].

Junto con tratar los religiosos en sus doctrinas de las cosas de la religion de los Naturales, trabajan en adestrarlos en cosas de pulicia suya, teniendo escuelas de leer, y escribir, para los muchachos en español[2];

  1. Esta prodigalidad de los Filipinos en cosas que se refieren á la Religión y á sus sacerdotes, la debieron adivinar desde un principio los primeros misioneros, á la vista de los «ricos y bien vestidos Catalonas y babaylanes», despreciados no obstante por el pueblo que los tenía por gente bellaca y haragana. Prueba de esta cualidad y de la riqueza antigua de los Filipinos, dice el Franciscano P. Fr. Félix Huerta, que el pueblo de Lumbang (Laguna) en una fiesta religiosa que celebró en 1600, formó una lámpara de bejuquillo, revestida de brillantes y alhajas de puro oro, que pesaba tres arrobas, y cuyas alhajas y brillantes pertenecían á los pueblos de Mahayhay, Liliw y Nagkarlang; unas andas también de bejuquillo cuyos adornos de oro y piedras preciosas pesaban cuatro arrobas; y un carro triunfal de tal magnitud, que giraba sobre 26 ruedas, todo cubierto de alhajas de extremado valor. !Compárese ahora la miseria de estos pueblos con su pasado!
  2. Los Indios tenían mucho antes escuelas donde aprendían á leer y á escribir en tagalo, en que todos eran diestros. Este afán de enseñar á leer y á escribir en castellano sería laudable si á la vez enseñasen el idioma, pues, como sucede ahora, el niño pierde dos y tres años en las escuelas, leyendo y escribiendo en un idioma que no conoce, mientras que el suyo, ni lo lee ni lo escribe con propiedad las más de las veces. No queremos decir el por qué no se ha querido continuar la educación del Indio, que ya desde los primeros años mostró aptitudes intelectuales tales, «que, según Chirino, usan libritos y devocionarios en su lengua y escritos de su mano de que hay muchos», habiendo sido comisionado el mismo Padre en 1609 para examinarlos por si contenían errores. Desde antiguo sirvieron ya de escribientes «en las contadurías y secretarías públicas del Reino». «Y hemos conocido, dice Colin, algunos tan capaces que han merecido servir plazas de oficiales de ellos. Y tal vez suplir en interin los oficios» (como sucede ahora). « Ellos mismos son de grande ayuda á las personas estudiosas, para sacar en limpio sus borradores, no solamente de romance, sino de latín, que hay ya de ellos quien le ha aprendido. Ellos, finalmente, son los impresores de las dos Imprentas que hay en esta ciudad de Manila…» Esto pasaba á los 30 años después de la llegada de los Españoles, no habiendo colegios para los Indios, porque S. José admitía solamente á los hijos de los Españoles, lo mismo que el Colegio de S. Juan