Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/289

Esta página ha sido corregida
— 243 —

dos de la tarde, quedó la poblazon y fortaleza de Terrenate acabada de ganar; y en ella, puestas las banderas y estandartes de España, sin haber sido necesario batir las murallas como se pensaba, y á tan poca costa de los Españoles. Los muertos fueron quince hombres, y los heridos otros veinte. Reconocióse toda la poblazon y remate della, hasta un fuertezuelo, llamado Limataen, con dos piezas de artillería, y otras dos que estaban junto á la mezquita, á la banda de la mar. El saqueo de la tierra no fué de mucha importancia; porque ya habían sacado lo que era de mas valor, mujeres y niños á la isla del Moro, donde el rey se fué huyendo, y se metió en una fortaleza que allí tenía. Hallóse alguna ropa de la tierra, y mucha cantidad de clavo, y en la factoría de los Holandeses, dos mil ducados; algunos paños, lienzos y muchas armas, y en diversas partes, artillería buena, portuguesa y holandesa, mucha versería y municiones que se tomaron para su Magestad[1]. Púsose guarda á lo ganado, y con algunas piezas que se sacaron de la armada, se puso la tierra en defensa, ordenando el gobernador, y proveyendo en lo demas lo que convenía.

Cachíl Amuxa, el mayor principal de Terrenate, sobrino del rey, con otros Cachíles, vinieron de paz al gobernador, diciendo que él y todos los Terrenates, querían ser vasallos de su Magestad, y que muchos días antes le hubieran dado la obediencia, si él no se lo impidiera; que, como hombre soberbio y amigo de su parecer, aunque había sido aconsejado, diese á su Magestad la fuerza, y se metiese en su obediencia,

  1. «Entrada la gente en la ciudad, cada cual se entregó al furor y al robo. Había D. Pedro echado un bando en que concedió que todos los enemigos que se prendiesen dentro de aquellos cuatro días, quedasen esclavos» (Arg. lib. 10). Durante el saqueó que D. Pedro no pudo refrenar, no se perdonaron á niños, ni á doncellas; una fué muerta porque se la disputaban dos soldados, pero «se cantó á voces devotísimas el cántico Salve, Regina, con que nuestra Iglesia invoca la soberana Virgen.»