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aunque ya se sabía del alzamiento, y mucho de lo sucedido, por algunos Sangleyes, que en Champanes habían salido, huyendo de Manila en la ocasion. En Chincheo se supo luego, como estos Españoles estaban en Macao, y los capitanes Guansansinu, y Guanchan, caudolosos y ordinarios en el trato con Manila, los fueron á buscar, y habiéndose enterado de la verdad de lo sucedido, recibieron las cartas de los Mandarines para llevárselas, y animaron á otros mercaderes y navíos de Chincheo, para que aquel año fuesen á Manila (que no se atrevían á hacerlo), que fué de mucho provecho, porque con ellos se suplió mucha parte de la necesidad que se padecía. Con este despacho, y alguna pólvora, salitre y plomo, de que se apercibió Marcos de la Cueva, para los almacenes, se salió de Macao, y navegó á Manila, donde entró por Mayo, con comun contento de la ciudad, por las nuevas que traía, que luego las comenzaron á ver verificadas, con la armada de trece navíos, de bastimentos y mercaderías de China.

Llegado el mes de Junio, deste año de seiscientos y tres[1], se despacharon dos naos de Manila para la Nueva España, á cargo de don Diego de Mendoza, á quien aquel año había enviado el Virrey Marqués de Montesclaros, con el socorro ordinario para las islas; capitana, Nuestra Señora de los Remedios, y almiranta, San Antonio.

Muchas personas ricas de Manila, escarmentadas de los trabajos pasados, se embarcaron en estos navíos con sus casas y haciendas, para Nueva España; especialmente, en el almiranta, con la mayor riqueza que de las Filipinas ha salido; ambas naos tuvieron tan grandes tiempos en la navegacion, en altura de treinta y cuatro grados, antes de haber pasado del Japon, que sin árboles y con mucha alijazon y

  1. Seiscientos y cuatro.