Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/266

Esta página ha sido corregida
— 220 —

aquí (así en la ciudad como en la comarca, donde los Sangleyes andaban derramados) á apretarlos de obra y de palabra, quitándoles los Naturales y Japones y soldados del campo, lo que tenían, y haciéndoles otros malos tratamientos, llamándoles de perros y traydores, y que ya sabían se querían alzar, y que primero los habían de matar á todos, que sería con mucha brevedad; y que se hacía (por el gobernador) prevencion para ello; que solo esto, les fué bastante motivo, para hallarse necesitados de hacer lo que no pensaban[1]. Algunos mas ladinos y codiciosos tomaron la mano en levantar el ánimo de los demas, y hacerse cabezas, diciéndoles, que su perdicion era cierta, segun la determinacion en que vían á los Españoles, sino se anticipaban, pues eran tantos en número, y daban sobre la ciudad, y la tomaban; que no les sería dificultoso, y matar los Españoles, y tomarles sus haciendas; y señorearse de la tierra, con el ayuda y socorro, que luego les vernía de China, cuando allá se supiese el buen principio que al negocio se hubiese dado; y que, para hacerlo con tiempo, convenía (en algun sitio secreto y fuerte, no lejos de la ciudad) hacer una fortificacion y alojamiento, donde se recogiese y juntase la gente, y se fuesen previniendo armas, y bastimentos para la guerra, que por lo menos serviría de asegurar allí sus personas del daño que de los Españoles esperaban.

Entendióse que el principal movedor destas cosas era un Sangley cristiano, antiguo en la tierra, llamado Juan Bautista de Vera[2], rico y muy favorecido de los Españoles, temido y respetado de los Sangleyes, que

    bién de naturales, y según parece, se podrá aplicar aun á otras muchas que con el tiempo se han de forjar.

  1. Estos manejos, de que en todo tiempo se valen ciertas personas para sublevar el país, son los más eficaces para llevar á cabo tales movimientos. Si quieres que rabie el perro de tu vecino, publica que está rabioso, dice un refrán.
  2. Este es el célebre Eng-Kang, de las Historias de Filipinas.