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Don Alonso de Vlloa, y don Francisco Maldonado, que, entretanto que esto pasaba en el puerto, donde habían dejado la nao del Espíritu Santo, llegaron al Miaco y dieron su embajada y presente á Daifusama, que informado quienes eran, y de la entrada de su nao en Japon, y que eran de Manila, los recibió bien y con mucha brevedad les dió despacho y chapas, para que los Tonos y gobernadores de las provincias, donde la nao había entrado, la dejasen salir libremente, y á la gente della, tratar de su aderezo, dándoles lo necesario, y que les volviesen todo cuanto les hubiesen tomado, en poca ó en mucha cantidad.

Tratando deste despacho, llegó nueva al Miaco de la salida de la nao del puerto, y refriega que hubo sobre ello con los Japones, de que de nuevo se quejaron á Daifu; mostró pesarle de la salida y descomodidad de la nao, y excesos de los Japones, y dió nuevas chapas, para que restituyesen toda la ropa, y una catana de su mano, con que se hiciese justicia[1] de los que hubiesen en ello delinquido, y se diese libertad á los Españoles que en el puerto quedaran, y se les volviese su ropa. Con este despacho salieron de aquel puerto los Españoles, y cobraron lo que se les había tomado. Los embajadores, y los demas se volvieron á Manila en las primeras embarcaciones que salieron, trayendo ocho chapas de un tenor de Daifusama, para que en cualesquier puertos de Japon, que llegasen navíos de Manila, fuesen recibidos y bien tratados, sin que se les hiciese ofensa de allí adelante; las cuales, llegados á Manila, entregaron al gobernador que las da á los navíos que van á Nueva España, para lo que les pudiese suceder en el viaje.

  1. Tal vez para hacer el Hara-Kiri, ó sea el abrirse el vientre, castigo usado entre los antiguos Japoneses, que consistía en hacerse el reo una incisión en el vientre, hundiéndose después el cuchillo en el pecho ó por encima de la clavícula para atravesarse el corazón, y cortándole su padrino la cabeza con un golpe de sable.