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ver, y Luis de Villafañe, y otros Españoles que se escaparon, por haberse embarcado en este navío, fueron saliendo el río abajo á la mar, defendiéndose de algunos paroes de Cambojas y Malayos que los seguían, hasta que salieron por la barra. Hizo su viaje, la costa adelante á Sian, para donde llevaba su principal despacho, Juan de Mendoza; y llegados á la barra, subieron el río arriba á la ciudad de Odia, corte del Rey, que recibió la carta y embajada del gobernador don Francisco Tello, aunque con menos aparato y cortesía, que Juan de Mendoza quisiera[1].

Trató luego de sus rescates, y trató tan estrechamente lo que era regular, de algunos presentes y dádivas á el Rey, y á sus privados, que negociaba cortamente lo que se le ofrecía, y aun estuvo el Rey inclinado á tomarle el artillería que en el navío llevaba, por haberse acudiciado á ella. Temiéndose desto Juan de Mendoza, la echó en el río con boyas, donde cuando se hubiese de ir, la pudiese volver á tomar; y dejó (para cumplir) en el navío una pieza sola de hierro, y algunos versos. Había en Odia un religioso de la orden de Santo Domingo, Portugues, que de dos años atras, residía en aquella corte, administrando los Portugueses, que con sus tratos allí asistían; entre los cuales, había algunos que el rey había sacado de Camboja y de Pigu, en las guerras de ambos reynos. Estos, y los demás Portugueses, habían tenido en la ciudad algunas revueltas con Sianes, y muerto á un criado del rey (que como sabe perdonar poco) había frito algunos de los delincuentes, y á los demas, y al religioso, no los dejaba salir de la ciudad ni del reyno, aunque le habían pedido licencia, y hecho instancia para irse. Viéndose sin libertad, menos bien tratados de lo que solían ser, y cada dia amenazados, trataron con Fr. Juan

  1. Recuérdese como se había portado el gobierno de Manila con los enviados de Siam, y el auxilio que pretendió dar á Camboja, y se explicará esta frialdad del Rey.